“Muchas historias. Muchas vidas en este lugar
sembrado de muerte”
Esto es lo que encierran las “Memorias
de un enterrador, Libro primero” y les puedo asegurar que éstas historias van más allá de lo
que se puede imaginar una mente acostumbrada a la muerte de manera ocasional.
Fran Belmonte logra algo invaluable en este proyecto literario
suyo, y es traer a la vida las historias que el tiempo condenó al olvido,
despertando nombres y sueños que de otro modo yacerían eternamente bajo la
sombra del paso del tiempo. Su testimonio es el de una persona que vive la
muerte día a día, y lleva implícito un mensaje tan profundo como las tumbas que
ha cavado con sus propias manos y, aunque puede parecer contradictorio, un
mensaje de vida en el recuerdo de cada loza grabada con lágrimas de tragedias
familiares o personales.
“Y al echar la última
palada de tierra sobre la cajita pidió perdón, por los trastornos ocasionados,
y le dijo:
-Juan Antonio, descansa en
paz, y espérame muchos años, que pasaremos juntos mucho tiempo, pero en otro
momento.”
La colección de historias en esta
novela se asemejan a el rezo de un rosario, en dónde cada misterio es un
vistazo por debajo de las pesadas lozas empeñadas en ocultarlo. Pero la mente
de un enterrador está repleta de imágenes, de sentimientos, de testigos
silenciosos. Por fortuna su corazón sabe escucharlos, y decide dedicarles
tiempo, sentándose entre tumbas en respetuoso silencio, con el propósito de
inmortalizarlos en el rosario de letras que forman sus novelas.
La verdad es que esta novela me
llevó a reflexionar por un lado en lo certero de la muerte, por otro en algo
que nunca había contemplado: Las vidas que transcurren dentro de la soledad de
un cementerio. Las historias que se desarrollan entre esas tumbas, testigos de
piedra, que no sólo acumulan años, consumen vidas, sino esperan pacientemente,
con la certeza de que todos iremos en algún momento a perdernos entre el polvo,
la lluvia y la contemplación del paso del tiempo.
“Y los que
vengan cuando nos hayamos ido.
Porque nos
iremos. Como otros tantos.
Y todo seguirá
como ahora, funcionando, sin nosotros, sin tenernos en cuenta, como si nunca
hubiésemos estado…
Mas
permaneceremos, bajo tierra, sin movernos, siendo pasto de nuestras miserias,
nuestros vicios…”
Así que gracias Francisco Belmonte, por dar vida al olvido, esperanza al pasado y por trasmitir todo eso vives y otros callan.
Magnífico trabajo el tuyo, Ana. Muchas gracias no ya por haberte tomado la molestia de leer las líneas que algunos vamos escribiendo, sino por hacerlo con hincapié e interés inusitado que luego vuelcas en tus comentarios y análisis.
ResponderEliminarCelebro que haya sido de tu agrado, y espero encontrarte alguna vez por el camino.
Muchas gracias de nuevo y quedo en deuda...
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ResponderEliminarUn beso^^